EL OJO QUE TODO LO VE

Vil (Pt.1)

Cuando llegas a una conferencia debes tener un valor agregado. Si vas a ver al Dalai Lama, debes saber levitar. Si vas a ver a un rabino, tienes que saber vaciar una Beretta 9mm en el cuerpo de un fundamentalista árabe. Si vas a ver a Bill Clinton, debes saber mentir. El tipo no es tan predecible como parece. Podría haber terminado sus días viviendo en una casa rodante, junto a un puñado de basura blanca, pero tuvo un par de logros en la vida. Fue el sandwich que dividió a Bush padre de Bush hijo. Fue el único que confesó que había tenido sexo impropio en uno de los lugares más característicos de la Casa Blanca. Y es uno de los presidentes más pobres que ha tenido EEUU; una especie de Anibal Pinto del Primer Mundo. Pero eso es lo que él dice. Investigando con un par de prófugos de Guantánamo, llegué a un montón de papeles que contenían buena información sobre Clinton. Era su biografía apócrifa. Lo había redactado un periodista que luego fue catalogado de mitómano frente a la prensa libre estadounidense. Fue descuerado vivo, además de ser trasladado a las hermosas locaciones de Guantánamo, donde además de insultar el Corán, el ejército estadounidense mantiene cautivos a una serie de mentes preclaras. Disidentes, según se les proclama en el mundo occidental.
Estos papeles contenían algunos datos que habrían dado más gracia a la conferencia que vino a dar Clinton a Chile, en el Espacio Riesco. Contabilicé unas 1.300 personas. No había muchos autos caros en el estacionamiento, y el contingente del servicio secreto que debía cuidar al sujeto no tenía la prestancia de otros años. Seguro que cuando eres ex presidente te pasan a los guardias de segunda mano, igual de temibles pero menos precisos. La prensa estaba agolpada al lado de unas escaleras, esperando el mono para las noticias de la noche o el diario del día siguiente. El resto de la gente se empelotaba antes de pasar por uno de los ocho detectores de metales que estaban ubicados en una carpa improvisada. La credencial era otra baratija para el recuerdo. No parecía un artículo de seguridad, pero si la mirabas bajo la luz ultravioleta aparecía el perfil de Clinton, y una marca en la oreja que parecía ser el 666. Tuve problemas en pasar los detectores de metales por el implante de titanio que llevo en mi fémur: un recuerdo de cuando hacía parapente nudista en una playa del norte.
Pasabas el tramo de seguridad y te ofrecían baratijas de ocasión. Unos 15 auspiciadores te llenaban de carpetas, chapitas, calugas, bolígrafos, detonadores térmicos y dólares falsos. Además se podían ver caras conocidas que hacían lobby: candidatos, empresarios, militares, traficantes de armas y un servicio de escoltas (todas prostitutas finas y muy caras) que acompañaba a un grupo de japoneses. Los que no tuvieron el honor de ser invitados desembolsaron unas 150 lucas -y el coffee break compensó el gasto. El resto -y en ese grupo me incluyo- logró ratonear acreditaciones de prensa.
Antes de que apagaran las luces y te obligaran a silenciar tu portátil, comencé a revisar las notas apócrifas sobre Bill. En ese momento, se sentó delante mío una hermosa periodista del canal 13 que no tenía mucho que hacer a esa hora. Ella me conocía, pero omitió el saludo. Quizás me vió tan metido entre mis apuntes que no quiso molestar. No se perdió nada. Conmigo se habría asegurado aparecer en las páginas de vida antisocial de alguna revista subterránea.
Después seguimos.

posted by Javier Poch @ 21:50